Todo,
cada rincón
de esta patria,
es idéntica
a cada rincón
de este yo
que sobrelleno.
Me paseo
por esta roca
flanqueada de playas,
como quién
se arrincona
a sí mismo
al espejo,
reconociéndose
arrugas,
reconociéndose
besos.
Mis ojeras,
mis poros grandes,
hasta mi asma,
se refleja
en el panorama,
en las montañas
picadas,
en el mangle
lagañoso,
excluido
de la moderna
decoración a exteriores.
También me veo
en el verde,
en el lago
que esconde
la catedral.
Me veo
donde no he sido
alterado.
Contemplo
que la naturaleza
puso en mí
también
algunas de sus maravillas.
Entonces, me amo
y amo a mi tierra.
Entonces,
no quiero irme,
menos compartirme
porque quien ama,
teme perder.
No creo
que tengamos que merecernos
el sitio donde nacemos,
pero sí hay que merecer
donde se va a morir
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