La luciérnaga habitante
del balcón en tus ojos
me lanzó una guiñada
mientras mirabas la tele.
Eso causó un temblor en la cornisa
sacudiendo la vieja caverna telaraña
en la comisura de mi sonrisa.
Tus dedos titereteados por el calamar
que mora tus nudillos
le hizo cosquillas con tentáculos
a mi pez payaso del pulgar.
Cuando me reí del chiste tonto
del tonto que sale en la tele
se despertó el dormilon toro
que se cobija en mi rodilla
embistiendo a echarte la patita.
Y la enredadera de tus caderas
se pego a mis costillas
dejando un enjambre de parchas
para la canasta de abejas.
Mis pájaros hicieron nidos
en la corteza de tus ramas.
Tus ramas arroparon con sombra
la luz violeta de la tele.
Las orugas en caída libre
desde nuestros párpados
par volar en sueños
como las mariposas.
Tu y yo no dijimos nada,
solo rugian las bestias
que invernan en nuestras gargantas
dos gigantes dormidos
sobre una corcha de playas.
En la ausencia de nuestras mentes
nuestras cuerpos siempre hacen fiesta.
Así de perfecto es nuestro ecosistema.
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