Violeta Parra
Ella tenía la palabra
en el diafragma,
la melodía
en sus manos.
Su arte era su causa,
su folklore su arma
y el comunismo
su guitarra.
Sus canciones
la pasearon
por Paris,
sus esculturas
de alambres
por el Louvre.
Se fue al cielo
Rosita,
para el norte
Run Run,
la dejo con pena
y olor a ron.
La gran carpa
estuvo vacía,
ni Víctor Jara
la lleno.
La lleno ella misma
un día,
con la sangre
derramada alrededor,
ultimo público
que aplaudía
su última composición.
Una bala
hacia la puerta
de salida.
La vida
perdonaba
su abandono,
se iba
sin ser mal agradecida,
se apartaron
como buenas amigas
que quedan en paz.
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