Lago artificial
que asomas
tú agua contaminada,
como te disfrutan
los turistas
que en tus aguas
se bañan.
Desde el puente,
se puede oler
la putrefacción
de lo que escondes
en tus entrañas,
y el
reflejo
de los hoteles
que vigilan
tu desembocadura.
Me ciega
tanta belleza.
El viento y las palmeras
bailan la música
de mi pueblo.
Me parece oír
como le canta el viento
a la doncella palmera
“perrea mami, perrea,
que esto esta bueno.”
No soy el único
poeta, que ama
este rincón escondido.
Hay muchos hipnotizados
que se quedan a dormir
en cartones sobre el piso.
Esta es mi tierra
aunque no sea ya,
un “verde
luz,”
ni un “puerto rico.”
Mucho menos
“la isla del encanto.”
Es lo que quedo
después de la reina
que entre dos filas
de negras caras bailaba,
tuvo cuatro hijas
que en ingles hablaban.
El toro que no mugía,
aquel que embestía
sirve pal yugo
en tierras norteamericanas
y el rio grande de Loiza
solo aparece
por los huracanes.
Los bodegones
solo decoran
comedores escolares
y los adoquines
son una incomoda
parte de la historia.
A las generaciones
antes de las mías
no les encanta,
los entiendo,
a mí tampoco
me encantaría
pero esta es mi isla,
la de hoy,
y no se hizo
de la noche
a la mañana.
Así, antes,
que empiecen
las criticas
aclaro que lo que soy,
que lo que somos,
que lo que queda
de nuestra tierra,
son los frutos
de sus tiempos,
de sus decisiones,
de sus vergüenzas.
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