A veces
las pupilas se pierden
en el cielo.
Tal carnada
colgando de una caña .
El pensamiento
pierde prudencia
se rompe,
un huevo
para el desayuno.
La inmensidad
del sistema
en el que cada elemento
hace su parte
sin recibir órdenes.
Que hermosa
es la supervivencia.
Si vives, contribuyes.
No contribuir
echarte a morir.
Ahora,
¿para qué?
¿Cuál es la perdida
de el tiempo?
¿A que se resume
todo esto?
Entonces mis ojos caen,
como si la duda
trajera la gravedad.
Mis corazón bombea,
mis venas recorren,
mis pulmones inhalan y exhalan.
Todo es perfecto.
Solo algo destruye,
mis propios intereses.
La pupila se asoma
subiendo la cuesta izquierda.
Tiene esa costumbre cuando una idea
se tira un redoble.
¿No sería más fácil
si no padeciéramos la incapacidad
del pensamiento propio?
¿Ese mal que te produce retarte
por la envidia,
o ese pasión devastadora
que activa nuestra avaricia?
Ese afán de creerte
dueño de lo que amas.
Los parpados ceden,
que el sofista
cierre el telón,
que el tramoyista
humedezca la retina.
No entiendo de religión,
hace rato deje pensar en eso.
Yo no tengo Fe,
tengo preguntas.
¿En que deriva
las acciones de la Tierra
dentro del Universo?
¿En que derivan
las acciones de tantas
generaciones?
¿Por qué el aire
permite que lo respiremos?
¿Y de que se pierde la galaxia
si dejamos de existir?
Abren las cortinas,
todo vuelve a aparecer
temperatura ambiente,
cotidiano,
normal,
como siempre.
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