Mi cuadro favorito
siempre fue la Moneda Blanca de Agusto Marín.
Me la encontré de frente en un museo del Viejo San Juan. Creo... Si, allí debe haber sido. Mi profesora de arte me hizo ir a muchos para escribir una reseña sobre cada uno de ellos. Ame esa asignación. Me gustaría un trabajo de esos. Pero en mi colonia es ilegal ser feliz, y no se puede sobrevivir de eso.
Verla fue como
recibir un puño inesperado en la cara. Como la pintura podía decir tanto sin
palabras? Un puño fuerte dado con gigantes manos de aquel hombre de ojos
tristes. Me vi en ellos, aun siendo tan joven. Comprendí que era el hombre
puertorriqueño aquel que Marín pintaba. Sin duda, con su color producto de
abeja, sus cejas anchas de linaje árabe y un pelo jabao como el de tantos.
Creo que el genero artístico seria cubismo al oleo de colores pasteles,
eso espero, por la salud de aquella profesora. Pero ese era el encanto del
Augusto, y de esas cosas mejor que hable otro pintor. Yo quiero escribir sobre
lo que escribió Agusto Marín con aquel pincel valiente.

Cuanto hemos dado
por esas monedas blancas? Alguna vez nos ha bastado? Realmente alguna vez fue
lo que quisimos? O desde entonces hemos mirado con asombro la paga por tanto
trabajo? Si, lo mas probable. Quizás en algún momento nos creímos que éramos
tan pequeño como esa moneda. Que eso era lo que valíamos, y dejando de lado la
real referencia que nos dio la naturaleza en la fuerza de nuestros brazos.
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