Una barca se despide
despacio
entre la niebla de
la madrugada.
El mar no le dedica
sonrisa alguna,
ni el viento susurra
sus orejas.
Tarareando una
melodía póstuma
rema a las afueras
de la bahía.
Ningún pañuelo
blanco,
ninguna bandera de
ningún amor
atrás en el muelle.
Los pies de las
aguas
no están hechos
para carreteras.
La vela hacia el
horizonte
sin mas empuje
que el de los
pulmones.
Ermitaños
por el destierro
de sus verdades.
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