La Adela del Caribe
se peina sentada a la orilla de las rocas.
Al lado donde alguna vez espero
un perro a su pescador.
Había ido detrás de las olas.
Su hijo la avergonzaba.
No entendía donde heredaba
tanto egoísmo.
Su madre Volcán
ya descansaba,
su padre Sol
no respondía llamadas.
Estaba sola
como una viuda negra,
pero ella
no había matado a nadie.
Sol tenia mayores problemas.
Quemaba mas de la cuenta
como un poeta
con dedos torpes
queriendo acariciar las alas
de un poema.
La madre ya muerta
hace tiempo no tenia
flores nuevas en su puerta.
Pues la hija del Caribe
ya no creía en milagros
ni en vida después de la muerte.
Aceptaba la verdad
como quien acepta
que la humanidad
es un desperdicio
con buenas intenciones.
Ella era agua salada,
ya sean lagrimas
o tristezas de playa.
Su hijo destruía su herencia.
Se había obsesionado
con los vicios del hombre,
el oro, el petroleo
y otros elementos menores.
No saben, no hay nada
como el espiritu
pero los hombres
jamas aprendieron
a pesar sin balanzas.
Trato de convencerlo,
el no la escuchaba.
Mar tampoco consolaba,
se ofrecía mercenario
a provocar
aborto voluntario.
La hija del Caribe
nunca quiso matar a nadie.
Alguna vez fue doncella.
La habían vestido
azul cielo y bordados blancos
con una diadema de rosas rojas.
Ahora el traje eran trapos
y flores marchitas.
Se echaba la culpa
pero era mentira.
Ella le dijo,
-cambia de amigos-
que eran -una mala influencia-
pero el hijo de la hija del Caribe
le encantaba el circo.
Así esta todavía.
Sentada, dándonos la espalda,
cantando canción de nana
como un suspiro.
Esperando que su hijo
vuelva arrepentido.
Su pena aumenta
cuando mira a sus hermanas.
Ella sabe lo que pasa
cuando los crios
abandonan el nido.
Al menos ella canta
la melodía de Angustia,
pero si hace silencio
puede oír los gritos de Martirio,
su hermana la hija del Rojo,
con un vestido parecido
con colores deprimidos.
A esa nunca la quisieron linda,
la querían obrera y transportista.
A la hija del Caribe
le esperaba el mismo destino.
Ella lo sabia,
como una Helena
pasada de mano en mano
por demasiada bonita.
Se habría cortado la cara
pero la hija del Caribe
no podría hacer daño
ni siquiera a si misma.
Era Adela
entre sus hermanas de luto,
pero esta
no rompía bastón ninguno.
Mas bien canta y canta
una canción tonta
como la madre de Bernarda.
Su hijo
se hace el desentendido.
Aun no entiende
que no habrá hogar
como el suyo
ni para el,
ni para los suyos.
se peina sentada a la orilla de las rocas.
Al lado donde alguna vez espero
un perro a su pescador.
Había ido detrás de las olas.
Su hijo la avergonzaba.
No entendía donde heredaba
tanto egoísmo.
Su madre Volcán
ya descansaba,
su padre Sol
no respondía llamadas.
Estaba sola
como una viuda negra,
pero ella
no había matado a nadie.
Sol tenia mayores problemas.
Quemaba mas de la cuenta
como un poeta
con dedos torpes
queriendo acariciar las alas
de un poema.
La madre ya muerta
hace tiempo no tenia
flores nuevas en su puerta.
Pues la hija del Caribe
ya no creía en milagros
ni en vida después de la muerte.
Aceptaba la verdad
como quien acepta
que la humanidad
es un desperdicio
con buenas intenciones.
Ella era agua salada,
ya sean lagrimas
o tristezas de playa.
Su hijo destruía su herencia.
Se había obsesionado
con los vicios del hombre,
el oro, el petroleo
y otros elementos menores.
No saben, no hay nada
como el espiritu
pero los hombres
jamas aprendieron
a pesar sin balanzas.
Trato de convencerlo,
el no la escuchaba.
Mar tampoco consolaba,
se ofrecía mercenario
a provocar
aborto voluntario.
La hija del Caribe
nunca quiso matar a nadie.
Alguna vez fue doncella.
La habían vestido
azul cielo y bordados blancos
con una diadema de rosas rojas.
Ahora el traje eran trapos
y flores marchitas.
Se echaba la culpa
pero era mentira.
Ella le dijo,
-cambia de amigos-
que eran -una mala influencia-
pero el hijo de la hija del Caribe
le encantaba el circo.
Así esta todavía.
Sentada, dándonos la espalda,
cantando canción de nana
como un suspiro.
Esperando que su hijo
vuelva arrepentido.
Su pena aumenta
cuando mira a sus hermanas.
Ella sabe lo que pasa
cuando los crios
abandonan el nido.
Al menos ella canta
la melodía de Angustia,
pero si hace silencio
puede oír los gritos de Martirio,
su hermana la hija del Rojo,
con un vestido parecido
con colores deprimidos.
A esa nunca la quisieron linda,
la querían obrera y transportista.
A la hija del Caribe
le esperaba el mismo destino.
Ella lo sabia,
como una Helena
pasada de mano en mano
por demasiada bonita.
Se habría cortado la cara
pero la hija del Caribe
no podría hacer daño
ni siquiera a si misma.
Era Adela
entre sus hermanas de luto,
pero esta
no rompía bastón ninguno.
Mas bien canta y canta
una canción tonta
como la madre de Bernarda.
Su hijo
se hace el desentendido.
Aun no entiende
que no habrá hogar
como el suyo
ni para el,
ni para los suyos.
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