Son pocos los recuerdos
que tengo,
antes de cuarto grado.
Habíamos pasado
una tienda
que vendían un
paquete de cartas briscas,
para eso no daban los chavos.
Mi abuela se tiro el viaje
de San Juan a Vega Baja,
no era rareza,
trajo dulces y chucherías
para todos,
para mi,
un paquete de cartas briscas.
Yo brinque y grite
de la alegría,
tanto que todos
se sorprendieron y comentaron
¿habrán pensado
que estaba exagerando?
La felicidad
no me la provocaban
las briscas,
era que era imposible
que ella supiera
y me había escuchado.
La magia, si existía
aunque no
los reyes magos.
Comentarios
Publicar un comentario