Amigos. Me bloqueé, me bloquearon, o las musas perdieron la fe. Quizás es que le he prestado mucho interes al teatro y al libro y la creatividad poética se puso celosa.
Hace unas semanas fui al Festival Internacional de la poesía. Alguien les pregunto a los honrados, ¿que los había llevado a la poesía? Todos contestaron muy bien, el desahogo personal, el tener algo que decir o simplemente lo feliz que eran siendo poetas.
Cuando escuche la pregunta, rápido pensé, los otros poetas.
Es cierto, primero fue José A. Buesa. Muy criticado por ser muy simple y amado hasta las tetillas en Republica Dominicana. El primero, que me leí, y entendí, como si fuéramos amigos con la mayor de las confianzas. Después, los poetas sin nombres. Esos son los que me tienen al día.
Mis hermanos de iglesia, los expertos de la letra, los nerds de la gramática, los que escupen versos entre la tos seca, los sentimientos de la calle, los que riman, los que la cantan con pista, los que leen despacito y los que hacen el mismo cantadito. Los que se la callan, los que si aguantan explotan, los que se maman el mic, los que no se atreven a leer y buscan otra voz, los que llaman, los que convocan, los que leen... y opinan y no escriben nada. Ellos, son los que me atraen a la poesía.
Los poetas no somos consientes de lo mucho que nos necesitamos. Nos imaginamos solos, sufriendo frente a un papel, pero un poema para nuestros adentros no se reta, no busca, no caza. Un poeta necesita a sus colegas, las tertulias, leerse e intercambiar palabras, una que otra perspectiva. Esto trae la ampliación de las mentes, y a la larga la Poesía es como un dios, al que mientras mas le oremos, mas nos escucha.
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