Si me quedo mirándote
no es en la búsqueda
a la caza de tu mirada,
no tienes
que mirar para acá.
Tu de mi pasaste
y yo pase,
y pasare,
y,
y,
y no tienes
que mirar para acá.
Si antes disimule
el conocerte,
fue por temor
a no disimular lo otro,
lo que duele
no,
no tienes
que mirar para acá.
No pierdas
tu reloj de arena.
Tu estas abajo
con tu montaña
formándose,
yo estoy arriba,
con el hoyo negro
deformándome.
En esta botella
el norte y el sur
están a la inversa.
Me voy marchando,
borrando las huellas
para no poder
volver
a encontrar el rastro.
Si miro atrás
será para llevarme
la estampa
grabada en la memoria
del paisaje
donde alguna ves
corrí campos,
tome manantiales,
comí melocotones,
y
tu…
no tienes
que mirar para acá.
Ni aun ya estando de espalda
donde no pueda verte
se te ocurra mirar para acá,
porque te siento
y al sentirte
entiendo,
logras hablarme
convencerme
de que no eres culpable,
de que soy yo
el que abandono,
el que derrocho.
Me quitas las fuerzas
aun sabiendo
que no es cierto,
que de mi pasaste
y yo pase,
y pasare,
y,
y,
y no
tienes
que mirar para acá.
Ni ahora,
“ni aunque estos
(no) sean (jamás)
los últimos versos
que yo te escriba”
tienes
que estar mirando para acá.
Comentarios
Publicar un comentario