Me encantaba pasar por su casa.
Su mama siempre dejaba sabanas tendida.
El menor de los hermanos
aun orinaba la cama.
Era mi juego favorito,
pasar por debajo de las telas.
La caricia con olor a limpio
siempre deja una buena memoria.
Ella debía estar a punto
de graduarse de la escuela.
Pues esa tarde sentí
un olor nuevo en su pelo.
Su hermanito,
muy bien vestido.
Me lanzó un avión de papel.
Yo, bien lucio,
lo lanze muy lejos.
Hizo piruetas, todo un espectáculo.
El impulso de mis decisiones me llevaron
muy lejos.
Viaje el mundo, vi las mismas cosas de siempre.
No fue en vano, hice todo el bien que pude.
Pasaron los años,
olvidé la casa de madera,
el cabello con olor a coco,
el avión de papel y
las sábanas limpias.
Pero el mar viaja en círculo,
igual que la tierra,
igual que el viento.
Hace dos semanas
me enteré que volvía,
fue tanta la emoción
que trate de volver corriendo.
Vi la casa a lo lejos,
no fue mi culpa,
estaba muy contento
así que aceleré mi paso.
Al parecer nadie me esperaba,
todo el país estaba escondido.
Debían haber pasado
tantos años,
porque el menor
no jugaba en el patio.
No estaba la adolescente
leyendo sus novelas
en el balcón mientras
le refrescaba la tarde.
Entonces ya era demasiado tarde,
choque contra la casa,
le di tan duro
deje todo un desorden.
Entre los escombros
Pude ver la toga de graduación,
Fotos,
comida,
tenedores,
nervios reaccionando
donde alguna vez hubo vida.
Fue mi culpa,
lo acepto.
Por algo los taínos
me llamaban demonio.
Espero volver luego,
en un clima más sereno
para disculparme.
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