Era como un súper héroe,
no importaba lo que hiciera,
siempre volvía a casa.
De eso, sabia más que mi padre.
La Luna también es para los hombres
Tenía fama de estar metido en todas las casas,
de tener todas las perras preñás en la calle A,
de pollero, de hater de gatos,
de quedarse dormido debajo de los carros
y dejarles un olor en las gomas
que los acompañaban a todos lados.
Así que lo metieron en un carro,
lo dejaron en una finca de Morovis.
Lo extrañamos por un rato
hasta que un día reconocimos una colita blanca encaracolada
completita con la punta en el centro de la espiral.
Era Rufián, nuestro perro.
Volvió solo,
algunos vecinos confesaron que el secuestrador
había cometido el error
de dejarlo asomarse por la ventana durante el camino.
Estaba asqueroso, nunca fue muy limpio.
Era chiquitito, no tanto como un chihuahua,
con las orejas en puntas,
la boca siempre abierta
ojos locos, pelaje corto,
con la lengua por fuera.
Siempre tenía una línea de sucio
marcándole la espina dorsal.
No había quien lo controlara.
La Luna también es para los hombres
Mi madre era maestra en la escuela del pueblo.
No tenía licencia de conducir,
ni carro,
solita bajaba la cuesta que no siempre tuvo brea.
Y al salir, a las tres de la tarde volvía a subirla,
así todos los días.
Detrás de la trenza larga de mami,
iba el fiel Rufián, acompañándola por el camino.
No sé qué otra locura hizo mi rufián Rufián,
que otra vez lo agarraron,
esta vez en un saco,
en algún rincón de Corozal
lo abandonaron.
Seis meses estuvo desaparecido.
Esta vez no llego tan contento,
hay historias que los perros no cuentan,
así como los hombres,
pero dejan huellas perceptibles,
así como cicatrices.
Estuvo serio, ya no tan atrevido
había madurado,
a veces eso significa
que le había pasado algo malo.
Sea lo que sea,
lo de pollero, meón de esquinas,
y preñador de perras no se le fue.
Así que un tercero
se proclamó vencedor.
Rufián nunca volvió,
lo extrañamos mucho,
siguió siendo héroe de leyendas,
algunos dijeron haberlo visto
por diferentes rincones del país
y no lo dudo,
yo mismo lo vi.
Es que Rufián dejó sus rufianerías
triplicadas y por terceras generaciones.
Se llenó el pueblo
de perros enanos
blancos de colas
encaracoladas,
polleros y hater de gatos.
Como dice mi madre,
al que no quiere cardo
le dan tres tazas.
Cuando era un nene chiquito mi mama cantaba una canción que decía algo así como, que una mama no se cansa de esperar. Una madre no se cansa de esperar. ¿Esperar que? No lo entendía en ese momento. Hace 5 o 8 años, quizás 10, fui a casa de mi abuelita Gloria. A comer, a bañarme en su ducha de agua súper caliente y a empolvarme con su talco dentro de una media. Cuando salí, del baño ya olía a pollo guisado y arroz con salchicha, antes de servirme en la mesa, (porque así es como se come en su casa. Uno se sienta derechito en la mesa, y ella poco a poco te va llenando la mesa con manjares criollos) me arrastro al segundo cuarto de la casa y me mostro que tenía una cama grande en el. Me gusto la cama, le dije que se veía bonito, y me distraje un poco pensando en cómo crio ella a dos hijos varones, y una linda muchachita en una casa de dos cuartos. Entonces fui a la mesa a disfrutar, a masajear mi paladar, a recibir besos de Dios en el estomago, y le dije algo como, "oye una cama ...
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